domingo, 22 de septiembre de 2013

Los baños de la castaña.


 Caen los primeros erizos del color del jade, aún de tacto suave, con su relleno de castañas tiernas e insípidas. En los lejanos tiempos de mi infancia traían un mensaje: es el momento de ir a tomar los baños de la castaña.

Nos hospedábamos en Marín, en la calle Real, casa de la señora Petra. Nueve días - siempre nueve - ni uno más ni uno menos. Todos los días siete inmersiones - siempre siete - aplicadas por un antipático bañero, al que le daban buenas propinas por dejarme tiritando y sin respiración… el buen Dios le habrá perdonado pues lo hacía científicamente, para “mejorar mi salud”.

Los baños de mar eran casi un ritual místico, si tomabas los nueve baños pasarías con salud el invierno. Era frase corriente refiriéndose a alguien que había caido enfermo: “se fora ós baños non tería esa maleita”.

Conservo un nítido recuerdo de esos días, la fonda de la señora Petra me parecía un pequeño palacio: tenía luz eléctrica... ¡Y una radio! Algo mágico.

Me decía la abuela, cuando recordaba la primera vez que había visto encenderse una lampara sobre la mesa del comedor de la fonda: “o poder de Dios é moi grande”, explicándome el asombramento que le produjera la luz, y mucho más esa voz que se oía allí mismo, aunque la persona que hablaba estaba “moi, moi lonxe”.


 Tuve la suerte de volver años mas tarde como invitada de esa maravillosa familia. Fueron días felices, arropada por el cariño, la gracia y la alegría que te envolvía en esa casa.

Me gusta pensar que mis abuelos portugueses, a los que no conocí, tendrían ese mismo encanto, pues todos ellos eran gente del mar.

Ahora ya no hago esa parada y fonda… estos días no son de descanso, más bien de trabajos forzados pues el pobre jardín está muy castigado por la falta de lluvia.


Las azaleas y los rododendros acusan la prolongada sequía, y por eso decidimos recortar las ramas más castigadas, lo que dejó huecos desagradables a la vista. Solucionamos algo bajando ramas, fijándolas al suelo con ganchos y cubriéndolas de tierra y hojas, así enraizarán y en poco tiempo estarán frondosas.

Tambien podé el rosal trepador Cecile Brunner, que en esta zona sólo florece en primavera. Quizás por ello crece desmesuradamente. Fueron dos horas largas, aún contando con la buena ayuda de mi nieto Luis.



Ahora tengo que continuar con la poda de las hortensias; algunas matas aún tienen bonitos tonos apagados de azules, violetas y rosas. Son tan bonitas que quizás no tenga el valor de podarlas… y luego me quejaré de que están demasiado altas, como dicen en mi tierra: “não há bela sem senão”. Las hortensias en mi jardín se portan como señoritas complicadas; ya seguí todas las normas y probé todos los consejos y los resultados han sido siempre irregulares.

Estos trabajos - que me cansan, pues los años restan agilidad - producen una especie de euforia, y no hay duda que ayuda a que los movimientos  sean más ágiles y sueltos.

Y el jardín también lo agradece, es como un niño un poco presumido al que  le gusta que lo acicalen.

A todos mis amigos les deseo un feliz otoño.


martes, 17 de septiembre de 2013

Final del verano.

 
Hace años que la revista de jardinería italiana Gardenia publicó un artículo aconsejando podar las hortensias "exactamente" el día 28 de agosto. Hoy volví a leer un consejo parecido publicado por un vivero de Valencia que recomienda podar a comienzo del otoño.

Desagrada desnudar una parte del jardín tan pronto, aunque este año la floración fue pobre y se agostó pronto porque los golpes de calor fueron frecuentes, con temperaturas de 40 grados algunos días.

Está claro que el jardín perfecto sólo se consigue unos pocos días cada año…
¡Y aun así compensa!

 
El viento ha estado soplando con furia y me pasé el día regando. Regando y recordando: cuando era niña íbamos en procesión al río con la imagen de San Roque implorando la lluvia para salvar la cosecha de maíz - el alimento básico para la gente de las aldeas. Hoy rezo implorando la lluvia por temor que nuestro monte plantado de pinos pueda ser pasto de otro fuego más. Antes al fuego no se le tenía miedo pues los montes estaban limpios y las carballeiras difícilmente ardían.

Ahora el viento continúa, aunque menos violento. Hace calor y hay que regar en profundidad. Al no usar fungicidas algunos rosales están tristes. El de peor aspecto es Emperatriz Josefina, una gálica que yo creía más resistente. Eliminé sus ramas muertas y empezaré a alternar los tratamientos de jabón lavavajillas, que parece que ayuda, con infusiones de cola de caballo, que contiene equisetonina, que según dicen es tóxica para los hongos. Espero que sea cierto. También les daré un aporte de un abono rico en superfosfato.

Luego espero tener el valor de eliminar los que no reaccionen aceptablemente. Ya retiré media docena, todos comprados en mercadillos. Eran muy frágiles, aunque sus flores eran hermosas y agradezco el tiempo que dieron color al jardín.

Durante el mes de agosto los rosales dormitan hasta septiembre, cuando tenemos la floración de otoño - que a veces es tan hermosa como la de primavera, y a mí me parece siempre de colores más delicados. A pesar de ello los rosales de David Austin y del Rvdo. Pemberton todavía tienen flores, así que al atardecer hicimos alguna foto porque la luz era de una gran belleza. Las lavandas están recortadas y hermosean las rosas.