Aun en estos cortos días de breves crepúsculos y noches oscuras, cuando el jardín parece un poco somnoliento, en cuanto sale un rayo de sol las rosas que resisten el frío y las lluvias parecen joyas suspendidas en las desnudas ramas.
Las rosas perfumadas, como “Brother Cadfael”, de Austin, no solo conservan su maravilloso perfume, sino que parece incluso más profundo.
Brother Cadfael, Austin.
Diciembre tiene la belleza de las hojas caídas, que transforman el césped en una magnifica alfombra con brillantes toques de rojos y dorados sobre el fondo marrón y pardo del deshojado de los robles.
El verde de las camelias se aviva con las alegres notas de las primeras flores blancas y rojas. Ellas son las grandes damas de los jardines gallegos.
Los camelios de flor sencilla son los más resistentes, y tienen suficiente belleza para que cualquier jardinero, aun siendo exigente, también los ame.
Mi jardín, por su situación - abierto al áspero viento del nordeste - no es el más propicio para que las camelias desplieguen toda su belleza; la flor es demasiado sensible a las fuertes lluvias y a los golpes de sol de finales de otoño e invierno. En mi infancia al daño provocado por el sol de estos días lo llamaban el “elisis”: “¡Pasou o elisis!” ...me parecía algo mágico. Ahora sé que se trata sencillamente de una descongelación brusca provocada por los rayos del sol de las primeras horas de la mañana, por ello en nuestra zona los limoneros los plantamos preferentemente mirando al norte, para evitar que reciban el sol directamente en las mañanas de invierno.
Las plantas de los parterres ya tienen “los pies calientes” para afrontar los rigores del invierno. Todos los años por estos días le hacemos una cobertura de unos 20 centímetros de espesor con las hojas recogidas.
Antes de darle la cobertura a los rosales es aconsejable retirar las hojas infectadas por los hongos y quemarlas, así ayudaremos a que las esporas no ataquen con tanta fuerza en la primavera próxima. Aunque debo confesar que la mancha negra me parece indestructible... ¡la verdad es que ya me resigné y no le hago mucho caso! Las rosas, aunque se desarrollen más pobremente, son siempre hermosas.
Luego, a comienzos de febrero les aportaremos cal y magnesio; yo utilizo el producto de la marca Calfensa, con muy buen resultado. Más tarde, pasados unos veinte días, le añadiremos algo de compost y le daremos un ligero binado, es decir, con una herramienta de tres dientes removeremos ligeramente el terreno alrededor de las plantas con la finalidad de mezclar la tierra, los abonos y las hojas, que ya estarán algo descompuestas. Habrá que tener el cuidado de no dañar las raíces de los rosales, siempre son ellos los que más me preocupan.
Este aporte tiene un pequeño problema: proliferan las miñocas - las lombrices de tierra - lo cual no es malo para las plantas, todo lo contrario. Pero como consecuencia los topos abren muchas galerías para atraparlas, y más tarde esas toberas serán aprovechadas por algunos roedores que frecuentemente dañan las raíces.
Decía Pérez Galdós que las flores son las estrellas de la tierra. Ahora vemos menos estrellas por culpa del vicio de abarrotar de luminarias los caminos. Aun así las rosas y las estrellas son un maravilloso don del buen Dios. Con Él os dejo.