Os dejo aquí las primeras imágenes de una primavera que se está retrasando.
En estos días de Semana Santa recuerdo con emoción lo que oía a mi padre, un fragmento de la vida de Cristo que se recitaba en su aldea, Santa Cristina de Valeixe, a finales del siglo XIX:
Jueves santo, jueves santo, tres días antes de Pascua,
cuando el redentor del mundo a sus discípulos llamaba.
Los llamaba uno a uno, par a par los ajuntaba,
cuando juntos los tenía, cenas de gloria les daba.
¿Cuál de vos, discípulos míos, morirá por mi mañana?
Contestó San Juan Bautista, predicador de montañas:
“moriré por ti señor, antes hoy que mañana”.
Porque mañana era viernes, cuando Jesús caminaba,
con una soguita al cuello, por donde los judíos tiraban.
A cada tirantazo que daban, gotas de sangre caían.
Por el rastro de la sangre, va la Virgen preguntando:
“Por mi hijo, por mi hijo,
por mi hijo, mi amado,
no lo he visto, no lo he visto,
pero señales me han dado,
que llevaba un pañuelito encarnado,
de limpiar su santo rostro,
que lo llevaba muy sudado”.
cuando el redentor del mundo a sus discípulos llamaba.
Los llamaba uno a uno, par a par los ajuntaba,
cuando juntos los tenía, cenas de gloria les daba.
¿Cuál de vos, discípulos míos, morirá por mi mañana?
Contestó San Juan Bautista, predicador de montañas:
“moriré por ti señor, antes hoy que mañana”.
Porque mañana era viernes, cuando Jesús caminaba,
con una soguita al cuello, por donde los judíos tiraban.
A cada tirantazo que daban, gotas de sangre caían.
Por el rastro de la sangre, va la Virgen preguntando:
“Por mi hijo, por mi hijo,
por mi hijo, mi amado,
no lo he visto, no lo he visto,
pero señales me han dado,
que llevaba un pañuelito encarnado,
de limpiar su santo rostro,
que lo llevaba muy sudado”.
Para todos mis mejores deseos.