domingo, 24 de abril de 2011

Felices Pascuas.


Os dejo aquí las primeras imágenes de una primavera que se está retrasando.





En estos días de Semana Santa recuerdo con emoción lo que oía a mi padre, un fragmento de la vida de Cristo que se recitaba en su aldea, Santa Cristina de Valeixe, a finales del siglo XIX:

Jueves santo, jueves santo, tres días antes de Pascua,
cuando el redentor del mundo a sus discípulos llamaba.
Los llamaba uno a uno, par a par los ajuntaba,
cuando juntos los tenía, cenas de gloria les daba.
¿Cuál de vos, discípulos míos, morirá por mi mañana?
Contestó San Juan Bautista, predicador de montañas:
“moriré por ti señor, antes hoy que mañana”.
Porque mañana era viernes, cuando Jesús caminaba,
con una soguita al cuello, por donde los judíos tiraban.
A cada tirantazo que daban, gotas de sangre caían.
Por el rastro de la sangre, va la Virgen preguntando:
“Por mi hijo, por mi hijo,
por mi hijo, mi amado,
no lo he visto, no lo he visto,
pero señales me han dado,
que llevaba un pañuelito encarnado,
de limpiar su santo rostro,
que lo llevaba muy sudado”.

Para todos mis mejores deseos.

lunes, 4 de abril de 2011

Las hiedras como solución perfecta para embellecer rincones pobres en vegetación.

El acceso a la puerta de casa no era cómodo porque las raíces de un arce, que da sombra a la Eira, sobresalían de las losas y causaron algún tropezón; así que para alisar el caminito, con poco esfuerzo y poco gasto, tuvimos que recurrir al mortero de cal para afianzar y nivelar las pequeñas losas.

El resultado no fue de mi agrado, pero por fortuna tengo un truco para solucionar estos pequeños contratiempos: suelo tener tiestos con hiedras enraizadas que muchas veces me ayudan a camuflar alguna que otra fealdad. También ahora me harán un buen servicio, aunque quizás tenga que comprar alguna hiedra más, de hoja variegata ya crecida, y alguna plantita de flor. Es un viejo recurso que siempre resulta, los ojos se van a lo bello, y así lo menos agraciado pasa desapercibido. Intentare conseguir ese efecto.

Aprovechando el buen tiempo hice hoy ese trabajo. Recubrí las raíces que sobresalían mucho al lado del camino con tierra y mantillo, planté hiedras y alguna mata de pequeñas flores silvestres cuyo nombre desconozco, pero que tienen unas hojas muy finas y unas minúsculas flores azules perfectas para camuflar la tierra demasiado negra.


También coloqué algunos Iris reticulata, ahora en plena floración, malvas silvestres, una mata de Cerastium, que alegra con el color plateado de sus pequeñas hojas y también una pequeña azalea que estaba medio perdida y tiene en este momento una bonita floración color fucsia. Por último coloqué un tiesto con unas francesillas que dan una nota de color y otro con unas violas amarillas y azules que animan el conjunto.


Intentar imitar la naturaleza es un reto… casi siempre el resultado parece demasiado artificial, ...por lo menos las primeras semanas. Luego ese gran artista que es el tiempo le dará el toque que transforma lo vulgar en bello.


Leí una vez que los japoneses que deseaban conseguir el título de Maestro de Jardinería necesitaban 40 años de oficio con otro Maestro a su lado. Lo creo, yo llevo muchos años cuidando el jardín y todos los días, por pequeños problemas, me doy cuenta que apenas sé nada.

Os muestro algunas fotografías de este pequeño arreglo, las publico pensando que quizás puedan servir de ayuda a algún joven aficionado que tenga un problema parecido.


Estos días mi pensamiento esta con el pueblo japonés, con mucho afecto y admiración, mis mejores deseos para su futuro.

Maruxa.