Es esta una extraña primavera, que se retrasó y llegó con temperaturas diurnas de hasta 33ºC y noches extrañamente frías. Los rosales no tienen el brillo de otros años, aunque en eso influye el polvo de las cercanas obras de la carretera y también que hace casi dos meses que no llueve.
Si en otros años en esta época el jardín estaba repleto de rosas, en esta ocasión quedan muy pocas. Esperaremos a la segunda floración. Para ayudarles ayer le dimos un aporte de 40 g. de superfosfato de potasio a cada planta.
Los únicos rosales que enfermaron esta primavera fueron Baron Giraud de l’Ain, Albertine (aunque al final de su floración, así que no me preocupa) y, como siempre, Sarah Van Fleett que no sólo tiene mancha negra, sino también un gran ataque de roya. Como prevención le estamos aplicando cada 15 días un rociado de sulfato de cobre.
Esta primavera tuvimos una invasión de correola (Convolvulus arvensis). No consigo vencerla; retirarla de los rosales es un martirio, hay que arrancarla a mano y desenroscarla rama a rama, procurando no dar tirones que podrían romper los tallos del rosal. Comprendo que a veces se tenga la tentación de usar herbicidas. Quedaría muy agradecida si alguien me pudiera aconsejar algún método menos agresivo para eliminarlas.
Por otro lado la carretera avanza inexorable mientras escucho en sordina: “hay que adaptarse a los nuevos tiempos”. No gracias, no me adapto. Por lo menos pido el derecho a la crítica.
Os dejo con algunas fotos del jardín en estos días. Como siempre con mis mejores deseos para todos.