Ahora está oscuro, lleno de agujeros rodeados de montones de tierra negra, pues un año más decidí hacer cambios: los rosales de Barni requieren mucho más espacio del que aconsejan los manuales, ciertamente por la pobreza de nuestro suelo. Fantin la Tour - especialmente amado por los ladrones de esquejes - se aproximará a la puerta de la casa, quizás así no le hagan “podas” tan radicales… me gustaría que pudiera llegar a florecer alguna primavera.
Este febrero da razón al dicho de estas tierras:
Febreiriño rabo torto, cos seus días vinte e oito,
se tivera máis catro, non quedaba can nin gato,
nin raposa no seu burato.
se tivera máis catro, non quedaba can nin gato,
nin raposa no seu burato.
Así que será mejor dejar dormir el jardín hasta que vuelva el sol. Al volver el buen tiempo tendré mucho trabajo y será una buena terapia para combatir la tristeza.
El jardín puede ser paciente, se repondrá, pero… ¿cómo quedará mi entorno al desaparecer los 22.000 árboles que van a talar para dejar espacio a la nueva gran carretera?
Estamos luchando por salvar algún camino, los cortan todos. Dice el señor alcalde que nos acostumbraremos, que intentará que nos dejen cerca de la gran rotonda un paso de cebra. Pero yo digo: ¿Y los animales? ¿Por donde cruzarán? El proyecto ni siquiera incluye un paso elevado para que las gentes y el ganado puedan utilizar el camino que durante siglos nos permitió ir a la iglesia y a nuestras fincas, y que ahora queda interrumpido por la nueva vía, de enorme anchura y que discurre por un desfiladero artificial de muchos metros de profundidad.
Con estas fotografías os quiero transmitir algo de la belleza de estas tierras que, siendo pobres, podrían tener una gran riqueza si sus gentes - los que mandan - tuvieran la inteligencia de captar sus posibilidades.