jueves, 25 de abril de 2013

Las primeras floraciones de esta rara primavera.

Peonía.

Esta foto muestra la primera y única flor de una planta de 4 años. Las peonías son flores muy hermosas por su delicado colorido y sus movimientos. Se abren por la mañana y al caer la tarde se recogen. Tienen un ligero y dulce perfume.

Cortadas en capullo duran muchos días lozanas y después, ya secas, conservan su elegante forma durante muchos meses. Tengo un arreglo con estas flores desde el mes de noviembre del pasado año que no me decido a tirar pues aún da placer mirarlo. Tienen un solo defecto: ¡no les gusta el clima de mi jardín!


Los rosales ya tuvieron su primer tratamiento con sulfato de cobre. Hoy, si el viento amaina, les aplicaremos el segundo.

No puedo emplear otros productos, así que hasta que empiecen a florecer emplearé el sulfato, luego los rociaré con jabón de potasio. Algunos jardineros opinan que fortalece la planta para que pueda resistir mejor los ataques de los hongos.

También me preocupo de darles durante este mes un aporte de algún abono rico en potasio, 40 gramos por planta. Procuro que tengan una buena aireación y riegos profundos.

Con todo, al no usar fungicidas, algún problemilla aparecerá. Espero que no sean demasiado graves.

Los rosales gálicos, que andan por el jardín desde el principio del siglo pasado, jamás tienen problema alguno. Es una pena que sólo tengan una floración - y muy corta. Como dicen en mi tierra: “Não há bela sem senão!

lunes, 15 de abril de 2013

Añoranzas.


Alguna vez me han aconsejado no añorar tiempos pasados. Posiblemente un buen consejo, que yo no he aceptado.

No es posible dejar de añorar a los seres amados que ya no están físicamente a nuestro lado. No, no es posible.

Hay otras pequeñas añoranzas que también están ahí:

Añoro las noches sin luces.

Añoro los cielos estrellados.

Añoro los sonidos de mi aldea, que quizás no vuelvan nunca. Esa voz que al atardecer llamaba “Ai Manoooeeeeeellllllllllllllll…”. Llamada que el eco repetía, y así el Sr. Manuel bajaría las vacas del monte antes que terminara el día. Algunas veces la gente de la aldea tenía que subir con los "fachiqueiros" a buscarlo en la noche cerrada. Era un ser entrañable - había vivido más de cuarenta años en algún punto del Amazonas - y jamás tenía prisa. ¡¡Era un hombre feliz!!

Como echo de menos oír el golpeteo de un hierro en un legón intentando al final del día alejar a la zorra, acompañado de una voz que decía, medio cantando: “¡Jurria... Jurria, Jurria!” Y así largos minutos…

Sí, hoy recuerdo esos tiempos que vieron el final de una cultura campesina que, a la par de la dureza de algunos trabajos, tenía sabiduría, amor a la tierra y alegría para cantar trabajando. Serían voces “esganizadas” - decían algunos - simples e indolentes. Quizás lo fuesen. Alegraban el alma.

Al fin la primavera, con un  mes de retraso.

 Hoy asomó tímidamente el sol y hemos podido poner en tierra arbustos que llevaban meses en tiestos esperando que la lluvia nos diera un respiro. Sólo soy capaz de recordar uno o dos inviernos de tanta agua.

Trabajos de primavera.

Camelio en flor.

Con buen ánimo y mala voz yo también canturreé mi largo repertorio. 

Que lo que queda de primavera nos sea propicia.