Me levanté muy temprano al día siguiente de la limpieza de los rosales y no me gustó el resultado del trabajo del día anterior, el jardín tenía un aire demasiado desaliñado. Así que decidí podar ya los rosales no reflorecientes. Aunque tuve que sacrificar algún capullo, el conjunto tiene ahora un aspecto más cuidado.
Sin embargo la primavera se aleja dejando un sentimiento de ausencia; la climatología sólo fue favorable para la hierba, los helechos y las ipomeas; éstas últimas son ya una verdadera plaga. Los bulbos no brotaron y las semillas tampoco germinaron.
Y pensar que yo, que soy tan poco organizada, este año me había esforzado dibujando manchas de color en un folio, imaginando los contrastes y las armonías… El jardín da muchas veces estas lecciones, que debemos aceptar con humildad, pues la naturaleza no es nuestra esclava.
Para consolarme pasé por el vivero de una amiga y compré alegrías, geranios y hasta algunas surfinias, que no me gustan demasiado, para intentar iluminar alguna de las zonas más castigadas por el mal tiempo de esta rara primavera.
Mi coche algunas veces hace de carroza de transporte de abono, de piedras, de cestas llenas de tierra o de esas plantas de los regueiros que tanto me gustan: violetas, lirios silvestres y helechos. Hoy tenía el aire de un jardín florido.
Las navidades pasadas me regalaron una postal dibujada por el artista Pablo Rosendo. Y aunque las caricaturas siempre exageran algunos trazos, no tengo un retrato más fiel. Hoy viene a propósito que lo publique. Puede parecer un gesto de vanidad, pero como este dibujo me hizo sonreír, pretendo que a mis amigos jardineros les parezca un gesto disculpable.
Hasta pronto.