martes, 22 de noviembre de 2011

El decorrer del tiempo.

Esta entrada se la dedico a mis nietos y también a mis dos amiguitas, las hermanas María y Teresa, que a pesar de sus pocos años ya tanto saben de plantas y animales.

Pensando en ellos, en especial en las niñas, que por su corta edad son más receptivas a las historias, me animé a dibujar nuestro viejo hórreo tal como lo recuerdo en los tiempos de mi niñez.

Basándome en mis recuerdos quizás podría contar una bonita historia ¡quién tuviera el arte y la gracia de Beatrix Potter! El cuento hablaría de ratoncillos desalojados de sus casitas por el humo de los fachiqueiros de colmo con los que se desinfectaba el hórreo. En él también cobrarían vida grandes y negros cuervos enfadadísimos con nuestro perro - que era fuerte, ladrador y dorado, y se llamaba León - y como un león defendía su casa de los intrusos. Muy especialmente le molestaban los cuervos, quizás por  ruidosos y atrevidos. Ellos muy osados intentaban robar las espigas guardadas en el hórreo, que era una zona que él consideraba especialmente suya ya que al lado estaba situada su caseta. Si le despertaban de la siesta toda la aldea se enteraba, era como una fiesta muy ruidosa, los cuervos en desbandada y León dando tremendos saltos y ladrando furiosamente. Es un relato que reservo para una próxima ocasión.

De ese modo podía estar el hórreo abierto todo el día porque sólo así se secaba el maíz lo suficiente para aguantar muchos meses sin enmohecerse.

En este hórreo, más pequeño, se guardaba el mejor grano, ya que estaba al lado de la cocina y se podía cuidar con menos esfuerzo. Y en el hórreo grande, más moderno, se guardaban menos amontonadas las espigas pequeñas, las llamábamos refugallo, y las espigas de maíz de color oscuro, millo pego, que se destinaba a los animales.


Las espigas de color rojo, reis se les llamaba, eran muy raras, las usábamos casi como un adorno o un trofeo. En las desfolladas, cuando se reunía la aldea para quitar la camisa a las mazorcas, la aparición de una espiga roja se consideraba una señal de buena suerte y quién la encontraba tenía permiso para abrazar a quién quisiera, lo que daba ocasión a gran algazara, risas, canciones, y mucho bullicio. Yo siempre acababa consiguiendo unas cuantas, mi abuela decía que usaba “malas mañas” para conseguirlas. No lo creo. ¡Por lo menos no lo recuerdo! De un modo u otro en nuestro viejo hórreo siempre había alguna rematando las últimas hileras.

En esos años de mi niñez la cocina era como la sala principal de la casa: grande y caliente. Siempre había un fuego encendido y una mesa dispuesta para servir algo agradable a quien llamara a la puerta, que era grande, de madera, dividida por la mitad a lo ancho. En verano la parte superior estaba siempre abierta durante el día y era muy agradable percibir al acercarse el olor de la leña que ardía en la lareira y el aroma del café recién molido. La pota del café estaba siempre dispuesta, para poder servirlo en cualquier momento del día y cumplir así el rito de la hospitalidad.

Los viernes se cocía el pan y todo se impregnaba del perfume tan característico del pan recién horneado.

Y los sábados se fregaban los suelos de piedra de la cocina y del pasillo. No recuerdo que jabón usarían, pero el olor se percibía durante horas. Mi casa en ese tiempo siempre olía bien. Hoy es la misma casa y a pesar de los buenos jabones, la cera para los muebles, las velas de olor y nuestra afición al café… el olor no es tan agradable.

Ni siquiera la calefacción, que antes no existía, impide que note siempre un ligero olor a humedad. Estas viejas casas tienen en su interior mucha piedra sin recubrir y eso - que considero un elemento de gran belleza - tiene ese inconveniente.

Mi hijo sostiene que en parte la culpa es mía, por mi exceso de afición a la jardinería, al haber rodeado la casa de enredaderas, árboles y estanques que antes no existían. Es posible, aunque creo que si hubiera siempre una lareira encendida - como antaño - desaparecería el problema.

Pero todo ha cambiado, ahora ya no hay grandes robledas que cuidar; la poda correcta de los árboles producía madera en abundancia. Ahora sería imposible conseguir tanta leña sin dañar el bosque. En el decorrer del tiempo algunas buenas cosas se perdieron.

Estos días nuestro viejo hórreo tiene una nueva utilidad, le hemos hecho un pequeño arreglo sustituyendo la viejísima madera del suelo por las tablas – muy aromáticas - de unas pinoteas que tuvimos que talar, y lo estamos  utilizando como despensa. También eventualmente como una casita de juegos. De momento con gran éxito en sus dos funciones.


Para alegrar el espíritu os dejo unas fotos de los colores de este otoño, que para mí está siendo uno de los más luminosos que he vivido.

martes, 8 de noviembre de 2011

Luna de octubre.

La luna de octubre siete lunas cubre”. Si el refrán se confirma tendremos una otoñada con hermosos atardeceres y un invierno variable y no demasiado frío. Estaré atenta.

La luna entró con una mañana plomiza, no fría. Luego, a lo largo del día, tuvimos lluvia intensa, granizo y rachas de viento fuerte y bailarín que dejó el jardín tapizado de ramas. Cerca de las siete se hizo de noche y el trueno rolaba, que es lo que decimos por estos pagos cuando se oye su retumbo y no se percibe la luz de los rayos.

Luego, de súbito, el monte se iluminó con una luz dorada, y en el cielo casi negro apareció un maravilloso arco iris.


Alguien comentó: “¡Mala señal, habrá fuertes tormentas!” Yo no lo creo porque... ¡le hice el conjuro de mi infancia!

Arco da vella vaite de aí,
que as mozas bonitas non son para ti.
Arco da vella vai para a túa terra,
que che andan os porcos a fozar nela.

De niña lo diría a gritos - no recuerdo si era eficaz - pero por si acaso lo dije bajito, pues no quería asustarlo.

Pudimos hacer algunas fotos que dan una idea de la belleza de esos momentos.


Después tuvimos que recoger muchos carretillos de ramas y hojas; no será la tarea más agradable, pero a mí - en la medida que las fuerzas me lo permiten - es uno de los trabajos que más me relajan.


Me gusta mucho menos recortar las largas ramas de los trepadores, si puedo busco ayuda. Es importante no descuidar esta limpieza, las ramas retorcidas por los fuertes vientos empobrecen la planta.

Ojalá disfrutéis con las fotografías, Galicia tiene muchas veces luces de gran belleza.