Como casi todos los años por estas fechas no faltaron los vientos del nordeste, un gran enemigo del jardín. Este marzo las victimas fueron las peonías - las pocas que quedaban - de diez que planté en su día restan sólo cuatro. Esas cuatro supervivientes las había comprado a raíz desnuda mientras que las otras seis estaban plantadas en tiestos y cuando las adquirí ya eran grandecitas, así que pienso que puede existir alguna relación entre su poca resistencia y los cuidados que les puedan haber dado en el vivero antes de salir al mercado.
Llevo muchos años cuidándolas e intentando protegerlas de las correrías de los perros y de algún balonazo ocasional de los niños, usando cañas para tutelarlas, pues son muy frágiles. También acostumbro a plantarlas entre los rosales, para que estos hagan de barrera al viento. Los pasados años me pareció un acierto, pero esta temporada, al podar los rosales tan tarde, no estaban aún suficientemente desarrollados y no las protegieron de la ventolera de hace tres días. Sólo una se salvó, las otras tres están desmochadas.
También los iris padecieron, esta primavera florecieron muy pronto y ya no coincidirían con la plena floración de las azaleas. Pero ahora están caídos, retorcidos y bastante mustios así que tendré que cortarlos para que el jardín no tenga un aspecto despeinado.
Días atrás, con unos amigos, paseando por el jardín nos parecía que reinaba la armonía, ¿será que el caos también quiere su parcela?
No consigo identificar este trepador...
En cada una de sus flores vive una pequeña araña blanca.
Y estos son sus capullos.