Mi jardín tiene varios problemas, entre ellos el que más me preocupa en relación a los rosales es la falta de luminosidad, principalmente en la pequeña ladera que mira al norte. En la parte más alta de esa ladera hay cinco hermosos árboles - un magnolio, dos robles americanos y dos criptomerias - altos y frondosos. Además hay varios camelios, no muy altos pero tupidos. Todos ellos hacen barrera al sol, principalmente desde septiembre hasta comienzos de abril. Para mí los árboles son sagrados, imposible cortarlos, apenas permití aclarar las ramas del magnolio y limpiar las criptomerias hasta una altura de unos seis metros.

Mis árboles queridos.
Como deseaba plantar rosales ingleses y la ladera era el único lugar disponible, tenía una duda acerca de si podrían desarrollarse correctamente en esa situación. Así que para captar mejor la luz decidí levantar tres bancales, de modo que el terreno quedase nivelado. Además los bancales se rellenan de tierra teniendo cuidado que queden ligeramente inclinados hacia su parte interior de modo que se aprovecha mejor el agua de riego.

Los tres bancales en abril de 2006, con apenas alguna flor.
Para hacerlos utilicé pequeñas piedras, con las que levanté unos de unos sesenta cm. de altura. Es este un trabajo fácil ya que las piedras apenas llevan argamasa y se afianzan con tierra, y por otra parte en los huecos que quedan entre ellas se pueden plantar pequeñas vivaces como Ajuga reptens, Cerastio, Myosotis,Campánulas enanas, etc. Los pequeños muros, además de sostener la tierra, son elementos de gran belleza.
Tienen los bancales otra ventaja que me parece importante. En los meses que van de abril a septiembre en que el arco del sol está alto y podemos tener algunos días de temperaturas de treinta a treinta y cinco grados, facilitan los riegos, los abonados y las escardas para poder mantener las plantas con el suelo fresco y mullido.
Tampoco debemos olvidar que es fácil pasear entre ellos y acercarse a las flores para captar su perfume. Entre bancal y bancal hice un caminito de unos 60 cm. de ancho aprovechando unos adoquines, lo que resulta cómodo, limpio y agradable a la vista. Los adoquines se colocan fácilmente pues simplemente se asientan en arena. Cualquier persona con un poco de habilidad lo puede hacer.
En el bancal más alto, de aproximadamente 10 metros de largo y 1,30 metros de ancho, planté veintiún rosales. Diecisiete de ellos de David Austin, de 90 a 120 cm. de altura, de colores suaves, desde el blanco de Glamis Castle al amarillo de Golden Celebration. Una nota de alegría curiosamente la da un pequeño arbusto de Peter Beales - Bliss - lo recomiendo, es magnifico, fuerte sano y siempre con flores de un rosa luminoso, desde mayo a octubre. Además me atreví a plantar tres rosales de bastante más altura, los tres haciendo un grupo casi en un extremo del bancal. Cuando están en flor son una belleza. El grupo lo forman Buff Beauty, Cornelia y Felicia, entrelazo sus largas ramas entre sí, mezclando los variados tonos de amarillos y rosas y el resultado es una pequeña “torre” llena de luz y perfume.

Algunas rosas de David Austin en el bancal superior.
En relación a Bliss os puedo contar lo que me pasó hace poco: un jardinero que eventualmente me ayuda con la mejor intención me pidió permiso para usar herbicida en la zona donde aparcamos los coches, el firme es de barro y en primavera nace alguna hierbecilla y al pisarla constantemente en los días muy lluviosos se resbala con facilidad, lo que obliga a escardar tres veces al año. Como es un trabajo que cansa muchísimo le permití hacerlo. El tiempo era caluroso y sin viento, pero en verano no es infrecuente que cambie bruscamente - y así ocurrió - a los dos días cayó un fuerte chaparrón y el pequeño Bliss, que estaba plantado muy cerca de la canaleta que recoge el agua que escurre del aparcamiento, sufrió las consecuencias de mi imprudencia. Aunque me di cuenta muy pronto lo único que pude hacer fue retirar con mucho cuidado la tierra para no dañar las raíces, reponerla y eliminar las ramas que me parecieron afectadas; tenía siete y tras el incidente sólo pude conservar dos. Además tuve el máximo cuidado de que la tierra no se secara, una vez al mes lo regaba con caldo de abono orgánico y siempre que pasaba a su lado lo acariciaba - trucos de viejos hortelanos. Ahora sólo mantiene las dos ramas, pero al final del verano tuvo unas hermosísimas rosas y continúa verde y lozano.
En el bancal intermedio, que es un poco más pequeño, hice tres grupos separados por dos matas de Ceanothus, el azul de sus flores combina maravillosamente con el tono rosa nacarado de Heritage y de Lucetta y el rosa más fuerte de Gertrude Jekill. En los extremos, donde este bancal es un poco más ancho (1,75 m.), planté un grupo de dos rosales compuesto por General Schablikine y Stanwell Perpetual, y en el extremo opuesto puse Erfurt Ballerina y también Stanwell Perpetual. El resultado del conjunto me parece perfecto, si bien al Ceanothus le tengo que poner algún reparo, no tiene tanta belleza como yo esperaba, tal vez no le guste el clima o puede que alguna rata le haya dañado las raíces - las ratas son otro de mis grandes problemas.
En el bancal inferior, de unos seis metros por uno y medio, decidí plantar rugosas para que hicieran barrera al viento nordeste que aquí sopla muy fuerte a finales de julio, utilicé Sarah Van Fleet y Hansa. Se desarrollaron más de lo previsto - eran unas magníficas matas - tanto que alcanzaron el metro ochenta de altura y casi lo mismo de diámetro. Pero entorpecían la perspectiva del jardín, así que al cabo de cuatro o cinco años decidí transplantarlas y sustituirlas por otro tipo de rosas de más bajo porte.
Las matas de Hansa fueron divididas y trasplantadas sin ningún problema. Tal como se aconseja cuando se reemplazan rosales que han estado plantados en el mismo lugar durante varios años retiré la tierra y la sustituí por tierra de huerta, abono maduro y algunos sacos de tierra de una marca que me ofrece una cierta confianza. Mezclé también ceniza de leña, algo de superfosfato de potasio y, en el fondo del agujero, unos puñaditos de un abono químico - Entec K-plus. Además enterré, como hago siempre, restos de lana, trozos de cuero y algunos huesos
La otra rugosa, Sarah Van Fleet, tenía muchos problemas provocados por los hongos y tuve que eliminarla. Me dio mucha pena pues las flores son de una gran belleza. Este otoño me han regalado una nueva plantita, que he colocado en un gran tiesto para tenerla cerca de donde me siento habitualmente y así estar más atenta y no dejar avanzar la enfermedad, que supongo aparecerá en la primavera. Ahora sé que es un rosal que necesita tratamientos cada quince días de marzo a octubre. Como no me agrada el tener que usar tanta química haré una prueba con un cocimiento de ortigas, usando el caldo diluido al diez por ciento en el agua del riego. Hay quien afirma que da buen resultado. Espero que sea así.
En noviembre planté en este bancal quince nuevos rosales de David Austin en grupos de tres. En los extremos dos grupos de tres pies de Cottage Rose, más adentro otros dos grupos de tres The Shepherdess y en el centro un grupo de tres Gentle Hermione. The Shepherdess la planté en honor a mi nietecita Pastora. Están brotando muy bien, tendremos que esperar a mayo para ver el resultado.
Ese es uno de los grandes placeres de la jardinería: Esperar.