
Casi todos los años en los primeros días de octubre el tiempo se revuelve, la primera galerna pasó dejando manzanas caídas, ramas por todo el jardín y algún desperfecto en los viejos tejados.

Este año la luna nueva entra el día siete, así que estaremos atentos pues es bien sabido por todos los campesinos que “la luna de octubre siete lunas cubre”.
El otoño se está adueñando del jardín, el arco del sol baja lentamente en el horizonte y las sombras se asientan en sus casas de invierno. Es el comienzo de la lozanía de esa planta que tanto me gusta:
Tradescantia, aquí la conocemos como “Amor de hombre”, que crece en todos los
recantos umbríos y puede llegar a ser algo invasora, pero como tiene apenas unas raicillas es muy fácil eliminarla. Disimula perfectamente los rincones un poco abandonados, se multiplica rápidamente y puede tener colores muy llamativos, desde el violeta al blanco con tonos rosados. Yo prefiero la de color verde, que cubre como un tapiz y no requiere ningún cuidado.
Los rosales este verano, de un modo general, se han portado magníficamente. La medalla de oro de esta temporada la tendrían que compartir
Souvenir de la Malmaison y
Scarborough Fair, espléndidas durante las floraciones del verano, aún ahora tienen rosas abiertas y capullos.
Sólo
Gruss an Aachen padeció un ataque de roya y el hermoso y frágil
Baron Girod de L´ain fue atacado por el oídio. En ambos casos decidí no usar fungicida, solo hice una poda de las ramas más afectadas, retiré las hojas enfermas, y muy pronto empezaron con brotes sanos.
En estos últimos días
Felicia apareció con algún polvillo blanco, poca cosa, así que no pienso intervenir. Tiene razones para estar un poco cansada pues floreció desde mayo casi cada 15 días, y todavía continúa. Hace lo mismo todos los años, es uno de los rosales que más recomiendo.
Adjunto unas fotografías que ilustran lo mal que funcionan algunos viveros que venden en las ferias, me refiero a los mercadillos al aire libre que abundan en Galicia, lo que es una pena, pues sería la forma más fácil y agradable de adquirir las plantas ya florecidas.

A estas, que compré en una feria ya enraizadas, las cuidé muchísimo, y el resultado, como podéis ver, resulta penoso.

Como contraste os muestro estos cinco esquejes de un año de
Gertrude Jekyll, que apenas florecieron pero están fuertes y sanos.