lunes, 21 de marzo de 2011

La Cruz de mi jardín.


Amo-te, ó cruz, no vértice,
firmada de esplêndidas igrejas;
...
Porém quando mais te amo,
Ó cruz do meu Senhor,
É, se te encontro à tarde,
Antes de o sol se pôr.


Alexandre Herculano



Cruz de mi jardín arropada por el musgo, te amo.

En la luz de la tarde el musgo parece terciopelo. Se dice que el musgo es enemigo del césped, yo opino que el césped es enemigo del musgo. El césped, para ser bello, te esclaviza; el musgo es bello en sí mismo.

La vieja carretera que ahora desaparece merecía ser recorrida lentamente para contemplar los bordes recubiertos de musgos de variadas texturas y tonalidades.


Me da la impresión de que sólo algunas sedas antiguas y algunos terciopelos de seda consiguen imitar esos colores.


Los japoneses, con su refinada sensibilidad, supieron aprovechar esa belleza para sus jardines. Tuve la suerte de visitar un pequeño jardín japonés en Boston y os aseguro que el placer de pasearlo merecía el esfuerzo del viaje.



Se anuncia la primavera. En la puerta de casa florecieron los narcisos, son pocos, y aun así llenan ese espacio de luz.


Con bastante trabajo he podido terminar la poda de mis queridos rosales. Por primera vez tuve que recurrir a la podadora de mango largo para los trepadores. Recortar las ramas secundarias a 2 o 3 ojos fue tarea complicada... algunas ramas habrán quedado demasiado largas, otras demasiado cortas. Espero que si no florecen con la misma profusión de otros años, al menos su fortaleza no se resienta. En mayo lo sabré.

Feliz primavera.