sábado, 8 de noviembre de 2014

Otoño, rosas y salvia.


 Los viejos jardines son como las viejas casas que, si se les limpian las telas de araña, hacen que las modernas construcciones de cemento parezcan pálidas y sin gracia.

Estuve unos días lejos del jardín y al volver tuve la sensación de entrar en un lugar pleno de belleza. Las rosas, en estos días más cortos y de luz más difusa, tienen una belleza delicada y suave.

Puede que este sentimiento sea fruto de mi ignorancia o del exceso de cariño, pero... paciencia, estas son mis percepciones y no quiero otras.



Me gustaría agradecer aquí el magnífico regalo que me llegó del norte en forma de unas plantitas de salvia enviadas por una buena amiga, que además tiene un bonito blog: El jardín de Margarita.


A la salvia la llamo “la princesa”, es hermosa y se adaptó magníficamente a nuestro terreno, tanto que parece que quiere colonizar el entorno; si llega a ser así… bien está.


Además de hermosa es útil. La infusión de sus hojas y flores me reconcilia con la - para mí desagradable - necesidad de tomar más líquidos. Siempre me pareció un pequeño castigo y ahora me es grato hacerlo. Gracias Margó.