domingo, 18 de septiembre de 2011

Jardín ensimismado.

Una “tomba”, así se llamaba a los remiendos que los zapateros les hacían a los zuecos cuando el cuero sufría algún accidente. También la gente mayor, cuando tenía que recurrir al médico, frecuentemente decían: “Veño a que me bote unha tomba.

Pues mi pobre jardín también la necesita, estuvo tres meses cubierto por un manto untuoso, como de miel. El trazado de la nueva carretera cortó el monte por una zona de arcilla - por eso se llamaba a esas fincas “As barreiriñas”. Como resultado estuvo todo velado de un polvo de maravilloso color dorado, finísimo. En los meses de junio y julio, a pesar de los frecuentes rociados con la manguera, no conseguí liberar las hojas de esa capa que las estaba asfixiando. El resultado fue el desecamiento de las hojas. Algunas plantas quedaron sólo con el esqueleto desnudo.

A pesar de ello en el mes de agosto tuvimos una floración tan exuberante como la primera de mayo… pero esta vez sin brillo, sin alegría, con las corolas caídas. Las rosas estaban ensimismadas. No se me ocurre otra palabra que describa mejor su aspecto.


Para el jardín no encontré remedio - pero lo hizo la naturaleza en mi lugar - el mes de agosto fue inusitadamente lluvioso. El campo y yo lo agradecimos mucho.

Estuve muchas horas liberando las ramas de las hojas muertas. Al cogerlas crujían como papel. ¿Por qué lo hice? No lo sé. Quizá para aliviar mi tristeza.

Durante esos trabajos de limpieza me picó algún bicho en un dedo, pienso que habrá sido una araña. Durante dos meses lo pasé mal, pero gracias a  un medicamento y a la doctora que me lo administró, estoy saliendo del cansancio y del marasmo.

Aun así no todo fueron cosas desagradables. Un amable bloguero, Josep Bosch (eljardidelpep.blogspot.com), me envió desde Barcelona dos esquejes de rosales: Clementine Carboniere, que se adaptó bien y ya ha florecido una vez, y Amistad Sincera, este último de Camprubí. Muchísimas gracias Pep, especialmente por el segundo: es sencillamente maravilloso. El arbusto, sanísimo, resistió casi sin enterarse las agresiones de este verano. Es un poco rígido en el aspecto y la flor no es perfumada, a veces a las primeras horas del amanecer se le percibe un ligero aroma a vainilla, pero... es absolutamente perfecta. Ya tuvo tres floraciones, en este momento tiene un botón que abrirá en pocos días. De las anteriores floraciones tengo unas malísimas fotografías que mi nieto las hizo con su móvil, con pobre resultado. Aun así os las ofrezco.



Desde que empezó a abrirse el primer botón, me levantaba al alba y me sentaba a su lado para contemplar maravillada su belleza. En la mañana abre lentamente y al atardecer los pétalos se recogen. En los dos primeros días su color varía del más hermoso rosado a un suave tono de vainilla y después, en sus últimos días, el color se vuelve blanco puro. No teme la lluvia y me parece que no le gusta el sol demasiado fuerte.
No sé describir su textura, pero si alguien conoce los helados de casa Santini de Cascais, en Portugal, podrá entender lo que quiero explicar, si hablo de "cremosidad" y "untuosidad" de unos pétalos. A veces entiendo que se desee cocinar pétalos de rosa.

Me llevé un disgusto cuando el perro, o quizás alguien sin darse cuenta, le desgajo dos ramas, pero les hice una cura con tierra y una venda de tela de algodón y ahora tienen muy buen aspecto.

Continúa el polvo, ahora mucho menos pegajoso. También continúan las explosiones, el entorno cambia cada día. ¡Cómo echo de menos los árboles! Todo sea por “el progreso”, que así le llaman algunos. Yo no, tengo demasiados años, quizá por esa razón no sea capaz de captar las ventajas de esta gran obra. Me había prometido no hablar de la carretera y falto a mi promesa, lo siento, estoy demasiado enfadada.

Apelo a las palabras del sabio profesor Agostinho da Silva: al final todo está bien.


Que así sea.


Maruxa.